miércoles, 22 de enero de 2014

Cuando todo el mundo pisábamos la misma arena blanca.




En el principio no existía dualidad
por eso es tan difícil
que nos entre en la cabeza.
Por el sol distinguimos
entre el brillo y las sombras
y las gaviotas son hermosas
y nos dan miedo si se acercan.
Hay que tener cuidado porque en la arena,
su sombra, son como agujeros.


Se me ocurre ahora que quizás hable el poema del límite por el que distinguimos y llamamos a una cosa con un nombre, y a otra, de otro modo. Pero también, a lo mejor, de algo que está en nosotros desde antes de que se le pusieran nombres a las cosas que nos rodean. Habla de como se puede percibir algo de dos maneras opuestas siendo lo mismo. Pero también sobre el miedo que tenemos a descubrir que, en esencia, no son tan diferentes las realidades que considerábamos opuestas. 

En lo que a métrica se refiere, tiene el poema un problema. Ya dije que los primeros textos del libro estaban compuestos de un modo muy... expontáneo... sin preocuparme excesivamente por la estructura (con la única condición de que solamente podían constar de nueve versos). No obstante, viéndolo ahora veo algo que no me importaría cambiar y que creo que mejoraría el resultado final: al verso número seis le quitaría la "y" para convertirlo en par y así conseguir una simetría con el primer tercerto. Es decir impar-impar-par / impar-impar-par / impar-par-impar. 


2 comentarios:

  1. Bueno, me resulta muy bien razonado lo del verso 6, amigo. Buen poema.

    Abrazos

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  2. Sí, creo que sería mejor sin la "y". ¡Un saludo y muchas gracias!

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